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7 de diciembre de 2009

FÁBULA DE LA RANA Y EL ESCORPIÓN

Por: Felipe Argote

La nobleza del pueblo es legendaria. Después de ser engañado sucesivamente siempre le brinda a los políticos una nueva oportunidad. A pesar que en los últimos cuatro años de 2004 a 2008 la economía creció a un promedio superior a los siete dígitos la población panameña no disfrutó de esta bonanza debido a un aumento en los precios de los productos de primera necesidad conocido como la canasta alimenticia de más de un 35%. Para reparar sus males el noble pueblo le confió sus esperanzas al propietario de la mayor cadena de supermercados del país. Contradictorio.

En la década del noventa, siendo gobierno Perez Balladares, se implementó en nuestro país el llamado modelo neoliberal. Este es una reedición de los planteamientos del austriaco Carl Menger, Ludwig Von Mises, Friederich Von Hayek, entre otros. La teoría señala que al bajar los aranceles, los precios de los productos importados serian más baratos que los nacionales. Esto deprimiría los precios y los consumidores serian beneficiaros de esta reducción en los costos ya que los productores nacionales se verían obligados a bajar los precios mediante la elevación de su eficiencia pues tendrían una mayor competencia.

La realidad fue otra. Los importadores se quedaron con la diferencia entre el precio y el costo de los productos importados sin traspasar la reducción en el costo a los consumidores, por el contrario establecieron los precios dependiendo de lo que indicaban los productos nacionales, no los importados, como lo aseguraban los economistas neoliberales. El mayor beneficiario fue sin duda la cadena de supermercados mas grande del país y por lo tanto el mayor importador de bienes de consumo.

Esta política iniciada por el gobierno de Perez Balladares fue continuada por el siguiente gobierno arnulfista de Mireya Moscoso y luego por el PRD de Martin Torrijos.

El pueblo molesto por ver el deterioro de su nivel de vida a pesar del fabuloso crecimiento económico del país rechaza a los partidos responsables de la política neoliberal y entrega todas sus esperanzas a un candidato que se presenta como independiente, no ligado a los políticos de antaño y que entre otras muchas cosas promete bajar los precios de los productos de la canasta básica en un 30%.

Sin embargo este político no es nada menos que el dueño de la mayor cadena de supermercados el país, el mayor beneficiario de la rebaja en los aranceles y que se negó a pasar esta disminución en sus costos al consumidor final, aprovechándose de la política de libre oferta y demanda del modelo neoliberal implementado por las tres ultimas administraciones . ¿Necesitaba ser presidente para bajar los precios? ¿Será posible que el dueño de los supermercados desarrolle una política de reducción de precios que vaya en contra de sus propios intereses y de su naturaleza de comerciante cuyo objetivo es comprar los más barato posible y vender con la mayor ganancia? Algunos avispados al hacerles esta pregunta me contestan que el nuevo presidente tendrá que cumplir su promesa porque de los contrario el país se verá envuelto en una vorágine social. Esto será muy inconveniente para sus intereses ya que un levantamiento popular seria negativo para la economía y por ende para su propio negocio. Que el no se va a suicidar política y económicamente.

Esto me lleva a citarles la fábula asignada a Esopo pero algunas veces reclamada por ser un relato del país africano de Níger.

Había una rana muy noble en el río de Níger que ayudaba a cruzar el rio a los animales que no tenían la capacidad de cruzarlo pos si mismos. Así cruzaba ratones, lagartijas y hasta moscas que por tener sus alas mojadas no podían volar. Una tarde se apareció un escorpión y le pidió que le cruzara. La noble ranita le dijo sorprendida que cómo pensaba que le iba a cruzar, que su nobleza no significaba estupidez. Que siendo un escorpión, seguro que le picaría con su ponzoña. El escorpión le aseguró que era diferente y que de ninguna manera pondría en peligro su vida porque al asesinarla se hundiría el también en los profundidades del río. Convenció a la ranita con su argumento y ésta lo conminó a subir sobre su espalda. Cuando estaban en medio del río el escorpión le clavo su ponzoña venenosa en la espalda. Mientras se hundían en el río la ranita le inquirió cómo era tan estúpido que ahora los dos morirían ahogados. El escorpión muy serio le dijo: ¿Qué quieres que haga? Soy un escorpión. Está en mi naturaleza. Y se hundió con ella al fondo del caudaloso Níger.

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